1 JUNE 2010
Por: Alejandro Peña Esclusa
La derrota aplastante que sufrió Mockus el 30 de mayo, luego de ser anunciado por muchos como el próximo presidente de Colombia, evidenció una sofisticada maniobra propagandística, para tratar de encubrir la realidad y manipular el voto de los colombianos.
Paralelamente, una semana antes de las elecciones, se desató una campaña internacional en contra del presidente Uribe y del candidato Santos, vinculándolos a grupos paramilitares. La operación se basó en el falso testimonio de un delincuente colombiano, publicado en Argentina por el diario Página 12 -dirigido por el ex montonero Horacio Verbitsky- y retransmitido por el canal chavista Telesur.
La doble acción de desinformación fue tan exitosa, que cuando Santos apabulló a Mockus, duplicando su votación, colombianos y extranjeros quedaron profundamente sorprendidos.
El “Caso Mockus” resulta muy pedagógico, para ilustrar a nuestros lectores sobre un procedimiento que se usa constantemente en América Latina, y que funciona con gran éxito, aunque esta vez en Colombia haya fracasado.
En septiembre de 2008, se implementó un plan en Bolivia para culpar a la oposición de la llamada “masacre de Pando”. Evo Morales y sus colaboradores encubrieron su propia responsabilidad en la matanza, elaborando un informe falso -redactado por un ex terrorista argentino, Rodolfo Mattarollo- y divulgando sus conclusiones a través de una prodigiosa red de medios izquierdistas, entre los cuales se encuentran Página 12, Rebelión, Indymedia, Kaos en la Red, y medios oficiales de Bolivia, Cuba y Venezuela.
Honduras fue otro claro experimento de “ingeniería de la desinformación”, que logró convertir a Zelaya en “víctima” de un golpe de Estado, pese a ser él mismo quien provocó la crisis, al querer violar la Constitución, por órdenes de Hugo Chávez. Contra los hondureños se abalanzaron no solo los medios antes mencionados, sino las organizaciones multilaterales controladas por el Foro de Sao Paulo, como el ALBA, UNASUR y la OEA.
Pero el caso más exitoso de la “ingeniería de la desinformación” lo constituye el propio Chávez, quien hasta la fecha es considerado como un “líder popular”, defensor de los más pobres, y no como lo que es: un agente al servicio de la revolución cubana. Chávez no usa los multimillonarios recursos del Estado venezolano para favorecer a los más necesitados, sino para exportar el modelo castro-comunista a toda América. Mientras tanto, Venezuela se destruye y se empobrece cada vez más.
Si las encuestas en Colombia estaban trucadas, en Venezuela son simplemente una fantasía. Si Mockus obtuvo el 21 por ciento de los votos, el apoyo a Chávez no llega al 20 por ciento. Sin embargo, los medios internacionales -y hasta la propia oposición venezolana- otorgan al comandante golpista más del 50 por ciento de respaldo popular.
Esta farsa está avalada por resultados electorales; por supuesto fraudulentos. Pero, aunque es obvio que el sistema electoral venezolano está totalmente viciado, el mito de la supuesta popularidad de Chávez se mantiene. Por su parte, los partidos opositores se niegan a denunciar el fraude argumentando que, si lo hacen, promoverían la abstención. ¡ Vaya lavado cerebral!
Si por construir mentiras y modificar conductas otorgasen premios, habría que darle una medalla a los cubanos, por la gigantesca obra de “ingeniería de la desinformación” que han llevado a cabo en Venezuela.
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