Por: Juan Arias | 30 de enero de 2012
El fracaso de la XI edición del Foro Social de Porto Alegre, es el mejor símbolo de la crisis de la izquierda y de una era histórica acabada. Recuerdo cuando en Porto Alegre el periódico tuvo que colocarme en un hotel (motel) para encuentros amorosos, a 20 kilómetros de la ciudad, porque el entusiasmo del Foro Social Mundial, antagonista al Foro Económico Mundial, había abarrotado la ciudad con enviados llegados de todo el mundo.
Marcha de activistas en el Foro Social de Porto Alegre
Eran los años en los que Lula, el exsindicalista había llegado al poder y con él el mayor partido de izquierdas de América Latina, el Partido de los Trabajadores (PT), y Porto Alegre se había convertido en un laboratorio de la famosa iniciativa del “Presupuesto participativo”, una experiencia de democracia comunitaria, que tanto fascinó entonces a la izquierda francesa.
Si el Foro de Davos, celebrado en concomitancia con Porto Alegre, era visto como el capitalismo en declive, el Foro de Porto Alegre, prenunciaba un “mundo mejor y diferente”, protagonizado por la izquierda social del mundo. Jefes de Estado, de todo el mundo y sobretodo de América Latina se peleaban por estar presentes en Porto Alegre, así como intelectuales y activistas de izquierda del tercer Mundo.
Si entoncesPorto Alegre fue el símbolo de algo nuevo que nacía como alternativa al capitalismo tradicional de Davos, este año, el Foro Social Mundial, ha revelado mejor que muchos análisis sesudos, que lo que Porto Alegre soñaba se ha desvanecido de repente. Ya no es lo nuevo. Se ha quedado viejo en menos de diez años. No es eso lo que el mundo en crisis está buscando.
De Porto Alegre desaparecieron los libros que explicaban el marxismo y hasta las camisetas de Che Guevara que se habían convertido en el amuleto de aquellos encuentros festivos y variopintos que recogían en un abrazo el abanico de todas las experiencias progresistas fuera del sistema.
Han desaparecido también este año, los Jefes de Estado o de gobierno que solían estar siempre presentes. No aparecieron a Porto Alegre ni José Mujica, presidente de Uruguay, ni el boliviano Evo Morales, ni el fogoso Hugo Chávez que un año substituyó a Lula, que estaba en Davos y arengó durante cuatro horas a una multitud que lo sacó casi en hombros, después de haber predicado la llegada al mundo de su revolución bolivariana.
Que Porto Alegre ha acabado este año como experiencia piloto del mundo del futuro, lo ha denunciado mejor que nadie, uno de los idealizadores más importantes del Foro, Chico Whitaker, que desilusionó y desarmó a los miles de presentes, con un jarro de agua fría. Les dijo que el Foro “no había sabido conectar con el Movimiento de los Indignados que han inundado las calles y plazas en el mundo”, dando a entender que ellos y no ya el Foro Social Mundial de Porto Alegre han tomado el relevo político de un mundo nuevo en fermentación.
Chico Whitaker con jóvenes activistas en el Foro de Porto Alegre
“Tenemos que cambiar de estrategia. Necesitamos inventar una manera nueva de empezar a hablar al 99% de insatisfechos del mundo”, les dijo Whitaker. Ni siquiera supieron ponerse los activistas de Porto Alegre de acuerdo en una propuesta para el encuentro de la conferencia de la ONU Rio+20, que se celebrará en Rio en junio próximo. Se enfretaron ambientalistas con intelectuales de izquierdas y no hubo consenso.
La crisis de Porto Alegre quedó patente cuando ni la presencia por primera vez en el Foro Social, de la exguerrillera Dilma Rousseff , consiguió enardecer a los presentes, mucho menos numerosos que otros años que no llegaron a llenar el campamento que siempre se había quedado pequeño.
Dilma Rousseff en el Foro Social de Porto Alegre
Si el Foro Social Mundial de Porto Alegre se ha considerado agonizante y si el Foro Económico Mundial de Davos, tampoco brilló con excesivos motivos de esperanza, ello indica mejor que nada, que estamos ante un mundo que muere y otro que empuja para nacer, pero que por el momento, sólo sabe indignarse
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